miércoles, 19 de mayo de 2010

Nacer por cesarea, por Nery

Un nacimiento debería de ser siempre símbolo de felicidad, de esperanza, de gratitud con la vida… pero no siempre puede ser así.
Es una lástima que una mujer no pueda decir lo que realmente opina, lo que realmente siente cuando tiene a su bebé. Vivimos en una sociedad que maltrata a la mujer en sus estados más bellos y sensibles, en su momento más emocionante y único que es ser madre.
Mi caso no es único, pero si quizás sea de las pocas mujeres que tras convertirme en madre mediante cesárea sea capaz de decir que me siento fracasada en mi intento fallido de parir a mi hija.
Tenía cuarenta y dos semanas de embarazo y me dijeron de ingresarme para inducir el parto. Yo ingresé feliz pero nerviosa, estaba deseando sentir contracciones, estaba deseando entrar en paritorio y escuchar un “empuja” seguido del hermoso llanto de mi hija. Soñé tantas veces con eso…
Lamentablemente ese sueño seguirá siendo un sueño, porque mi primera hija nació por cesárea.
Lo cierto es que su nacimiento fue tan agridulce!!! Que pena, que algo tan maravilloso y único como dar vida sea recibido de esta forma. He llorado tanto, lloro tanto pensando en ese día. Es que no pude ni tocarte hasta doce o trece horas después, más que una recién madre, era una recién operada, y no podía moverme del dolor. Yo me callaba, yo veía a todos tan felices que me preguntaba si realmente yo debía de llorar o me tratarían por loca. Me daba tanta vergüenza decir que me sentía mal, que me sentía dolorida que necesita llorar!!! Cuantas veces quise llorar, cuantas veces necesité un abrazo y no lo tuve… aún estoy esperando que se acuerden que yo estaba allí, que me acababa de convertir en madre, de una forma horrible, pero era mi momento y no lo tuve… no me sentí madre, no, muy lejos de sentirme madre me sentía enferma.
El momento en que puse a mi hija sobre mi pecho para darle de comer, fue el único instante en el que me di cuenta que realmente era su madre. Yo que creía que no me necesitaba!!! Pues sí, me necesitaba para subsistir en el mundo, porque su alimento lo tengo yo en mi pecho porque hoy día, más de dos años han pasado y ella sigue tomando pecho y es que vínculo más hermoso no existe en el mundo, y gracias a la lactancia materna no me volví loca, eso os lo puedo jurar.

Veía las visitas, oía a la gente que entraba y salía de aquella habitación, pero ninguna me daba aliento, ninguna se dio cuenta que mis ojos querían llorar. Que triste, tener tanta gente a mi lado y sentirme tan sola.

Probablemente si hubiera tenido más apoyo no me hubiera entrado esa gran tristeza, pero lo cierto es que desde que estaba en paritorio y me dijeron que nos teníamos que ir a cesárea entré en “shock”, no era capaz de decir nada, no podía hacer nada, llevaba diez horas de inducción al parto y había fracasado.
Si se me pasaba algo por la mente, ni lo recuerdo, pero si puedo asegurar que mi cesárea fue mi dolorosa. Sentí como la mano de mi médico “buscaba” a mi hija en mi útero, y yo grité porque sentía mucha presión que no me dejaba respirar. Fue realmente terrible estar en aquel quirófano sin mi marido… estaba sola.
Pero no tenía derecho a quejas, porque mi hija había nacido sana a pesar de llevar doble vuelta de cordón y no tener mucha cantidad de líquido amniótico, y porque yo estaba bien.
¿Seguro?
Es que no escuché a nadie preguntarme como me encontraba, mi obligación era la de estar feliz porque había sido madre y mi hija estaba bien.
Y yo me alegro que mi hija estuviera sana, pero cuando los niños nacen bien suelen estar bien, la que tiene una revolución hormonal, la que sufre un parto o una cesárea es la que necesita cuidados “especiales” y muchos mimos.
Mi marido no se dio cuenta de lo mal que estaba hasta que no pasaron semanas, yo no quería hablar con nadie, me sentía fracasada, y me avergonzaba haber tenido una cesárea.
¿Y como salir de esto?, yo me lo preguntaba día y noche, la verdad es que es muy difícil conciliar cuerpo-mente cuando no estás a gusto. Así que busqué ayuda, mi marido ya no podía más, yo tampoco me aguantaba, no era feliz, no podía ver lo que tenía, estaba “parada” en aquel instante en que me hicieron aquello. Cuando estaba con alguien, cuando reía, cuando caminaba, siempre en mi pensamiento estaba todo ese trasiego que había vivido, era realmente triste no gozar de la vida, no sentirme viva.
Diez meses después del nacimiento de mi hija comencé una terapia con una sicóloga, me ayudó, me ayudó mucho, pero también fue muy duro, os puedo asegurar que jamás pensé que llevara tanto dolor dentro de mi alma. Me sentí ignorante, y eso que yo era protagonista de esa historia, pero es que no sabía que una cesárea doliera tanto en el corazón.

La cesárea es una forma de nacer alternativa a un parto cuando parir no es posible por motivos médicos, da igual que sean maternos o pediátricos, pero lo que no me parece bien es optar por la cesárea cuando no existen motivos. No es parto, es una operación que salva vidas, pero que en muchos casos deja secuelas sicológicas que las mujeres nos callamos por miedo al que dirán, por miedo a que nos acusen de ingratas. Que pena, una sociedad “tan culta y tan ignorante a la vez”. Lo importante sería que todas podamos expresarnos, que aunque algo maravilloso acaba de pasar que es ser madres, podamos sentirnos bajas de moral, podamos y tengamos derecho a llorar, de alegría y de pena.
La desinformación que existe y rodea la cesárea, y los partos en sí mismo es inmensa. He podido ver que hay mucha falta de información, que cuando acudes a la preparación al parto no te explican nada, que solo se limitan a decirte las fases del parto y los primeros cuidados del bebé, pero nadie te alienta a saber localizar ayuda en caso de necesitarla si algo va mal. El parto o la cesárea pasan, y pueden quedar secuelas sicológicas de las cuales sin ayuda no sales, y muchas pensamos que estamos pasando la “cuarentena” y la “revolución hormonal”, pero las semanas pasan y seguimos mal y muchas veces nos sentimos peor cada vez.
Tengo la sensación que existe un enorme tabú que hay que liberar.

A día de hoy, he mejorado mucho, mi hija es un amor que me come a besos y a la que adoro. El tiempo, los acontecimientos recientemente vividos, el inmenso amor de mis hijos, de mi marido, y de todas las personas que tuvieron el valor de apostar por mí cuando yo solo pensaba en negativo, me han ayudado a descubrir el secreto de vivir con esa espinita, un secreto al que yo llamo “un paseo por la vida”.

Escribí este relato el verano pasado y fue publicado en la revista +q9meses. Fue una ayuda poder expresar mis sentimientos, era la primera vez que hablaba tan abiertamente sobre el nacimiento de mi hija.
Han pasado tres años y medio, y ha llegado a nuestra familia hace año y medio un hermoso regalo, un segundo hijo que nos ha devuelto a nuestro hogar la sonrisa escondida.

Mi querida hija, cuando escribí el relato del nacimiento de tu hermano, me acordé de ti, y en tu relato quiero decirte:

"Y esto me hace recordar a mi hija, quiero explicarle, quiero contarte mi vida, que me ofreciste muchas cosas al nacer, me hiciste madre, me hiciste feliz porque contigo inicié una etapa en la vida de la que fuimos protagonistas, tú y yo, donde las dos lidiamos con todos los acontecimientos sobreviviendo a cada instante, a cada persona que ingratamente mermó nuestras ilusiones… pero somos tan fuertes, nos queremos tanto, que nosotras juntas subimos cada peldaño cogidas de la mano, y siempre velando por ti, siempre mirándote y dándote las gracias por venir tan rápido a nuestra llamada cuando decidimos ser padres por primera vez. Eres una hija buscada, deseada, amada desde el instante que supimos de tu existencia. Jamás pienses que tu nacimiento tiene menor valor, o que te quiero menos por nacer de otra manera. Gracias a esa cesárea hoy día estás aquí, y podemos tenerte en nuestra familia, y ser por siempre “nuestra pequeña”.

Pero siendo mujer sé que algún día entenderás la importancia que para muchas tiene un parto, y yo soy una de esas mujeres. Mi pequeño tesoro, si alguna vez necesitas preguntarme algo, o pedirme algo, pídemelo, porque cada madre que ama incondicionalmente a sus hijos tiene un pacto con la vida, y yo lo voy a cumplir siempre, porque siempre estaré a tu lado, siempre velaré por ti, siempre desde donde esté, estaré pensando en ti.

Sé que un día te darás cuenta que la forma de nacer afectó a mi persona como mujer, no como madre, porque siempre desde que naciste te he ofrecido lo mejor. Hoy día tienes algo más de tres años, y aún tomas lactancia materna, porque para mí tu salud y nuestro vínculo es lo más importante. Imagina si te quiero, es que no hay medidas para valorarlo.

El cogerte por primera vez, tocarte, besarte, saber que creces gracias a mi leche… es algo único, y eso sí es un buen recuerdo, y es que después del día en que me casé, tú eres el regalo más grande.

Así que jamás pienses que tu nacimiento no fue importante, porque sin ti nada sería lo que hoy día es. Por esto, y por todo lo que me das Te quiero!!"

3 comentarios:

  1. Nery, gracias por tu relato, por abrirte tanto a expresar todo lo que viviste, creo que es muy terapeutico, es importante poner en palabras lo que siente y piensa, es necesario sanar esas heridas para no seguir trasladando el dolor. Cuanto hay para aprender y modificar no? que falta de empatìa y amorosidad en la etapa de puerperio, siento tanta desprotecciòn hacia las madres en esa etapa,tanto de los profesionales como de toda la sociedad. Si estamos en este camino es porque tenemos la esperanza de que es posible el cambio.
    Cariños.

    Mario.

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  2. Neri, te quiero mucho y sabes que siempre estaré a tu lado para apoyarte.

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  3. Gracias por ofrecer mi historia, estoy convencida que es una manera de ayudar a otras mamás que han pasado por lo mismo.
    Mi camino a sanar mi alma está en proceso, ya en un punto bastante avanzado pero me sigue doliendo...
    La oportunidad de parir a mi segundo hijo alivió una buena parte de mi alma, pero eso no logra que deje de un lado la otra forma de nacer que ofrece la oportunidad de vivir cuando un parto no es posible... nacer por cesárea necesaria o no, deja una huella "y la herida emocional duele en el alma de una madre y en el cuerpo de una mujer".
    Besos
    Neri

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