domingo, 30 de mayo de 2010

Nacimiento de Ezequiel,por Paula

Me gustan los bebes desde que tengo uso de razón, pero a medida que crecía me daba cuenta
que no solo era necesario el amor,
sino también mucha responsabilidad y respeto.
Desde que supimos del embarazo, nos sumergimos en otro mundo… lo tomamos con mucha calma y naturalidad… habíamos esperado mucho tiempo ese momento, aunque tenia unas semanas mas de lo que creía, y el tiempo se paso volando.
En ese transcurso leí muchísimo y gracias a una amiga fui al curso de pre-parto el cual lo había descartado por completo por sentirme segura, pero la verdad es que es muy bueno; una cuando esta embarazada ya tiene una lucecita pero junto a otras madres uno irradia mucho mas luz.
Nunca le tuve miedo al parto y descarte inmediatamente la cesárea, a pesar de que estoy operada dos veces de caderas y tengo 2 tornillos de platino en una y tres en la otra.
Nos pasamos de la fecha probable de parto y cuando voy al control me internan por tener la presión muy muy alta, paso una semana, tratando de estabilizarla y esperando que mi niño diera alguna señal de querer conocer el exterior dada la situación intentan inducir el parto sin resultado.
Pasan dos días he intentaron inducirlo nuevamente desencadenándolo.
El trabajo de parto fue agotador pero se alivió bastante por estar acompañada de mi pareja y mi mamá la cual viajo exclusivamente para el momento.
La partera controlaba cada tanto y era nuestra dj,nos ponia musica, pero la verdad es que en los últimos momentos antes del nacimiento no recuerdo haber escuchado nada … solo sentir!!.
Ya en la sala de partos recuerdo el momento de la expulsión lo impactante de ver la panza irse y convertirse en un ser maravilloso! EZEQUIEL! que se hacia escuchar ¡!! y si que lo hacia! enseguida lo abrace fuerte y lo besé.
Junto a su padre le dimos la bienvenida y recuerdo las primeras palabras hacia su hijo… “pero que peludo”!!!! Todos nos empezamos a reír.
Mas rato despedí la placenta no la vi por estar atenta mirando a mi hijo hacerle todos los controles no me importaba nada mas que él.
Me hicieron episiotomía lo note cuando me hicieron los puntos luego cuando me iban a trasladar a la habitación me descompense había perdido mucha sangre.
Era tanta la alegría, la felicidad que no me daba cuenta de la situación… me di cuenta en la habitación cuando trajeron enseguida a Eze y a pesar de que mi mamá me ayudaba a sostenerlo y darle la teta me hubiese gustado estar mas entera físicamente.

Hoy ya cumplió dos años y unos cuantos obstáculos pasados pero muy contentos ya que el amor todo lo puede.
PAULA

jueves, 27 de mayo de 2010

Nacimiento de Laura, por Itahisa

Hola a tod@s... Hoy en día puedo decir que mi embarazo y mi parto han sido uno de los momentos más maravillosos de mi vida.
Cuando alguien me preguntaba si quería tener hijos, yo no lo dudaba, te decía que SÍ (me encantan los niños), pero internamente algo se echaba a temblar dentro de mí.... ¿Por qué???, pues porque le tenía mucho miedo al momento del parto.

Lo único que yo pensaba era.... eso tiene que doler mucho... como voy a ser yo capaz de soportar tanto dolor?????, y la epidural, sí eso dicen que alivia pero.... ¿¿qué riesgos tiene?? ¿¿cuánto duele ponerla???. Le tengo mucho miedo en general al dolor. Y eran tantas las dudas que me rondaban en mi cabeza que pensaba que nunca iba a ser capaz de quedarme embarazada.
Un gran día mi marido me convenció para tener nuestro primer hijo y hoy le doy las gracias por ello. Gracias a él, empecé a luchar contra mi gran miedo y ha superarlo con creces, porque a partir de ahí mi vida ha cambiado para bien. Puedo decir que soy otra mujer, ya que mi embarazo no sé porque me ayudó a madurar y a ver la vida desde otra perspectiva más optimista.

Al principio del embarazo no quería que nadie me hablara del parto, y en todos los libros y revistas que llegaban a mis manos, esa parte de la información siempre me la saltaba, no quería saber nada de ello.
Todo empezó a cambiar cuando una buena amiga me llevó al centro maternal Blossom. Allí acudía dos veces en semana durante el embarazo a hacer yoga y pilates, y lo más importante a charlar e intercambiar opiniones con otras embarazadas. Ese centro está dirigido por Laura Moya, "Matrona y Madre". Con ella vivimos también su primer embarazo y fue muy bonito sentirla a ella tan cerca, como una más. A partir de ahí comencé a comprender que mucha de las cosas que yo tenía preconcebidas acerca del embarazo y del parto no eran del todo ciertas.
Es verdad que duele, no voy a mentir, pero hay muchas formas naturales de canalizar el dolor y controlarlo. Eso principalmente es lo que me enseñaron Laura y Olga (matrona que sustituyó a Laura cuando dio a luz) y por ello les estoy muy agradecida.
Olga, me enseñó que todo está dentro de mí, en mi mente. Me enseñó a comunicarme internamente con mi bebé (cosa que a día de hoy sigo haciendo, mi hija tiene 9 meses y me gusta hablar mucho con ella porque sé que me entiende), a pedirle lo que necesitaba en cada momento. Siempre me acordaré cuando con 7 meses de gestación la llamé porque mi ginecólogo me había dicho que Laura se había dado la vuelta y que si no cambiaba en 2 semanas, ya no lo haría y que entonces todo apuntaba a una cesárea. Yo no estoy en contra de las cesáreas (siempre que sean necesarias), pero me asusté mucho y la verdad es que deseaba un parto natural. Olga, lo primero me tranquilizó, y luego me dijo algo muy bonito, "háblale a tu bebé de corazón y pídele con cariño lo que necesitas, que ella te ayudará". Yo lo hice y mi bebé se colocó, por eso pienso que la fuerza más poderosa que tenemos es nuestra propia mente, la que de forma optimista todo lo consigue.
En las clases aprendí a relajarme, a respirar desde el estómago, a escuchar a las demás.... También aprendí muchas posturas que me ayudarían a dar a luz, no solo la postura de litotomía. Me enseñaron a ejercitar la zona del perineo, lo más importante para evitar la episiotomía. Y sobre todo aprendí a ser YO, y a confiar en mí misma, a comprender que yo podía.
Disfrute mucho del embarazo, me sentía a gusto y más mujer que nunca, pero... pasaron los 9 meses y la hora del parto llego......
El martes día 23 de Septiembre de 2008, con 41 semanas y a las 11 de la noche me comenzaron las contracciones. Ese mismo día había realizado cosas del trabajo desde casa para despejar mi mente de todo lo relacionado con el parto, pues ya estaba desesperada y las últimas 2 semanas se me estaban haciendo eternas.
A la hora de acostarme comencé a sentir unas leves molestias, pero no le tomé importancia pensando que sólo era cansancio. Empecé a sentir muchas ganas de orinar, con lo que di muchos viajes al baño y la verdad estaba cómoda sentada en la taza del WC (jejeje). A eso de las dos de la madrugada comencé a manchar un poquito y me asusté (hoy sé que eso es normal), por lo que desperté a mi marido y le dije que por si acaso fuésemos al hospital. Allí me dijeron que solo tenía 2 cms de dilatación (para mí no había avanzado nada ya que llevaba 2 semanas con 1,5 cms), pero que era mejor que me quedara puesto que según su opinión el parto había comenzado. Me dejaron un rato en monitores, pero en 2 horas no avancé nada y decidí irme para casa. En el hospital había mucho movimiento y yo necesitaba la tranquilidad de mi hogar.
Cuando llegué a casa, me puse cómoda, encendí mi incienso de lavanda y al rato noté que las contracciones eran más fuertes. Yo con calma, hacía todos los ejercicios que había aprendido (sentada sobre todo en la pelota de pilates). Respiraba todo lo tranquila que podía, pero en general lo llevaba bien. Estaba concentrada y tranquila.
A eso de las 8 de la mañana (del miércoles 24), desperté a mi marido porque ya sentí que era hora de irnos. Llegué al hospital muy tranquila y por mi propio pie y cuando me exploraron, cuál fue mi sorpresa cuando me dijeron que iba por 7 cms de dilatación y que nos íbamos para paritorio. En ese momento sí que me dolía todo y me entraron ganas de empujar. Pedí la epidural, pero tuve que esperar porque estaban todos los paritorios ocupados. Cuando entre en paritorio la matrona que asistió mi parto Carmen Ceballos (a la cual aprovecho la ocasión para agradecer el trato tan profesional y humano que tuvo conmigo en todo momento), me convenció de que lo peor ya había pasado y que ya podía terminar sin la epidural. Quien me lo iba a decir a mí, con el miedo que tenía, mi parto sin epidural.... Pero en aquel momento, no pensaba bien, así que decía que si a todo, para que acabara pronto, así que no hubo epidural...
Ya en el paritorio en menos de una hora termine de dilatar (o eso creo porque perdí la noción del tiempo) y la matrona lo preparó todo para el expulsivo. Me dolía todo bastante, pero lo soportaba bien y la respiración me ayudaba mucho, estaba ilusionada..... quedaba poco para ver a mi niña. El expulsivo se alargó un poco porque Laura al final se atascó un poco. Pero entre mi marido (gracias cariño, porque sin tu ayuda todo hubiese sido más difícil) y las matronas, me ayudaron a colocarme en distintas posiciones y Laura poco a poco fue bajando. Lo que más me dolió según puedo recordar, fue el momento final cuando la cabecita de Laura llegó al fin y necesité 2 empujones más para que terminara de salir. Pero salió y sólo necesite 2 puntos internos.
Todo fue increíble. En el momento en el que me pusieron a Laura encima fue lo más inolvidable, maravilloso, precioso... que me ha pasado nunca.
Ser MADRE es lo mejor que me ha pasado. Gracias Laura por llegar de esa manera a mi vida.
Quiero aprovechar para agradecer a Olga y a Laura por todo su apoyo durante y después del embarazo. Por su ayuda incondicional. Con personas de esa índole todo es más fácil.
Gracias a Neri, por estar siempre ahí y por llevarme a Blossom, nunca lo olvidaré.

Y por último gracias a Camilo y a Laura por estar siempre a mi lado apoyándome (os quiero).


Itahisa
Foto: Maica Luis

sábado, 22 de mayo de 2010

Nacimiento de Towyn, por Karina

Hoy te acariciaba mientras dormías sobre mi pecho y tuve ganas de escribirte, de contarte como fue tu nacimiento. El día más hermoso de nuestras vidas, donde pudimos ver tu cara, sentir tu olor, tocar tu piel…
Durante nuestro embarazo, nos informamos muchísimo sobre las leyes y derechos, del parto natural no invasivo, nuestro medico era muy abierto, todo lo que leíamos se lo llevábamos y estaba de acuerdo en nuestra decisión, en que sólo iba a practicar ciertos procedimientos, si era necesario.
Nos preparamos en cuerpo y alma, mediante el yoga, donde además nos brindaban información muy valiosa y contención.
Teníamos fecha para el 27 de Mayo, pero el 22 decidiste que era un buen día para nacer, lunes franco de papi…No lo podía creer, había pasado todo tan rápido…Ese día me desperté y había perdido el tapón mucoso; llamamos a la partera. Tenía fisura de bolsa, pero todo normal, volvimos a casa y comenzaron algunas contracciones. En ese momento, papi tomó un cuaderno y anotaba las contracciones y su duración. Trabajamos mucho los tres, papi ayudo a mantener la calma y darme todos los mimos que necesitaba para prepararme, mientras vos te acomodabas para nacer.
Hicimos nuestro trabajo de parto en casa, con masajes, usando nuestra respiración, baños de agua tibia, sentada sobre un banco, apoyada sobre la cama, en cada contracción me abrazaba a papi y la vivíamos los tres juntos. Disfrutando ese momento, tan mágico, tan único….Había dolor, si…pero hoy, ya no lo recuerdo, era un dolor soportable un dolor, feliz. Las horas parecían que se iban volando, pero los minutos que duraban las contracciones (o segundos) eran interminables.
A las 18,30 hs. Fuimos para el sanatorio, hay momentos que no recuerdo muy bien, me dormía entre cada contracción y hasta soñaba! Llego la partera y continuamos trabajando en la sala de partos, durante las contracciones me apoyaba sus manos en la panza, haciéndome reiki, sentía mucho alivio y tranquilidad. Con la partera acordamos que me pondría la vía, pero sin nada. Es que en institución, hay cosas que son obligatorias, de las que no se puede escapar o si… pero algunos profesionales no se comprometen, aunque las madres lo pidamos.

En ese momento entro un rato la abu Dora para darnos su apoyo, me hizo unas caricias, y seguimos con el trabajo de parto, porque papi tenía que hacer unos papeles de la obra social, y estacionar el auto, estaba en doble fila, tirado por ahí! yo quería estar acompañada. Luego entro la abu Yoli, también brindando su apoyo y amor, nos dio un beso y dio lugar a papi.
Como veras estabas rodeado de ternura, amor y caricias. Todos te esperábamos con muchas ganas, queríamos conocerte.
En la sala de parto comencé a pujar, sin saber cómo era! pero aprendí enseguida, el cuerpo me fue guiando. Entramos caminando al sillón de partos, pedí que lo acomodaran lo mas sentado posible, seguí pujando y tu cabecita estaba coronando, las contracciones se habían debilitado y me dicen que tienen que apurar el nacimiento, porque tenias circular de cordón y eso debilitaba tus latidos. En ese momento confiamos en el médico, el que nos acompaño durante todo el embarazo, y le dijimos que, sí, tenías que nacer. Entonces me hizo episiotomía y la partera ayudo para que nacieras. Tal vez esperando hubieras nacido igual, pero en ese momento, no es muy fácil pensar con claridad…por eso creo que es tan importante informarse y tener un plan B.
Naciste a las 20,10hs.
Cuando menos lo pensábamos, ahí estabas….tan hermoso, todavía recuerdo tu olorcito a bebe, te apoyaron sobre mi pecho y nos quedamos un rato, abrazados los tres. Luego fuiste con papi a hacer los controles de rutina, previamente habíamos hablado con el pediatra, para que realicen solo los necesarios, no invasivos. (o lo menos posible)
Estaba cansada, feliz, triunfante…como en otro mundo…era el momento de expulsar la placenta, que te contuvo nueve meses, que te dió los nutrientes y todo lo necesario para crecer.
Esperamos unos minutos y salió completa, la vi, la olí…era parte de vos, de nosotros.
Hijo, ya estabas con nosotros, éramos 3 y uno solo, unidos por ese amor! qué momento tan único, tan especial, tan nuestro…te prendiste a la teta y nunca más te soltaste!



Hoy vuelvo a releer esta carta/relato…la escribí cuando tenia 3 meses y dias.
Mi niño hoy cumple 4 años.

Me encantan los cumpleaños, mucho mas el de mi hijo!
 un año más de vida, de amor…de estar juntos y difrutar de una crianza instintiva...

Recuerdo ese momento como si fuera hoy, recuerdo esa energía, ese poder que me dio el ser madre.
Tal vez cambiaría algunas cosas, pero me siento segura…en que tuve el parto que deseamos!
TE AMO HIJO!
Feliz Cumpleee!!
                                            22-05-10

jueves, 20 de mayo de 2010

PVDC una nueva oportunidad, por Neri

Querido hijo, hoy, el día que cumples dos años quiero contarte cómo fue el día que viniste al mundo, el día que llegaste a nuestra familia y la colmaste de felicidad.

¡¡¡FELIZ CUMPLEAÑOS ÓSCAR!!!

Llegaste a mi vida sin avisar. Comenzaste tu andadura en mi vientre y pasaron casi once semanas hasta que supe que existías.
Fue duro, fue un momento muy agridulce para mí.

Hoy sé que las cosas en la vida pasan por algo, y ahora comprendo que viniste para enseñarme a vivir.
Y no es que mi hija no me haya enseñado cosas con su existencia, al contrario, mi hija me enseñó lo que es el amor sin límites. El saber querer sin verte, porque a un hijo se le quiere desde que sueñas con su existencia. Lo que pasa, es que en la vida hay situaciones que nos superan y a mí su forma de nacer y los acontecimientos que me rodearon me hicieron vivir una depresión post-parto muy angustiosa.

Había comenzado a ver la luz, lo cierto es que ya llevaba unos meses de terapia y algo diferente se veía en mi mirada, quizás era el embarazo pero yo estaba empezando a cambiar.

Fue en una revisión ginecológica rutinaria, cuando supimos que íbamos a ser padres de nuevo. El miedo se apoderó de mí, la verdad es que me sentía extraña pero afortunada. Dar vida es una bendición, y yo por segunda vez podía sentir lo que era.

Cuanta confusión en mi cabeza, cuantas conversaciones tuvimos mi marido y yo sobre este embarazo. Mi médico nos dijo que cabía la posibilidad de interrumpirlo pero sinceramente, a pesar del dolor que yo llevaba en mi corazón por la cesárea, me agarré a la vida de mi hijo. Acababa de saber de tu existencia, acababa de escuchar por primera vez el latido de tu corazoncito, y te había visto. Ya contábamos con casi once semanas, todo un logro para ti querido hijo, que estuviste solo creciendo en tus momentos más importantes, y yo sin saberlo.

Intentaba no pensar demasiado, me centraba en mi tripa, en querer sentirte, en pedirte perdón por no estar lo feliz que merecías.
Iban pasando las semanas, teníamos esa primera revisión y todo estaba perfecto, además supimos que eras un varón.

Tú seguías creciendo en mi interior, y yo me cuidaba mucho para que estuvieras bien.
Es curioso, pero ahora me doy cuenta que el instinto materno es algo tan innato en la mujer que cuidas de tu bebé en tu tripa de una manera impresionante. Hacemos cosas que sin estar embarazadas probablemente no haríamos, como ir a nadar, o levantarte media hora antes para desayunar y no salir con el estómago vacío.

Mientras crecía mi barriga, más miedo me daba. Y me encontraba bien, guapa, engordé poquito y eso me ayudaba a estar ágil y poder disfrutar de tu hermana, y es que a veces me sentía culpable por creer que la estaba relegando a otro lugar.
Pasaron las navidades y fue cuando Esther (mi sicóloga) me regaló un libro, “El Secreto”, y dentro una tarjeta del centro maternal Blossom, y otra de masajes shiatsu por Herminia.
Y entonces comenzó un momento mágico en mí, comenzó mi camino hacia el logro de poder parir.
Me cité con Laura Moya, matrona del centro maternal, y ella me alentó mucho para pensar que yo sí podía tener un parto natural porque la cesárea anterior había sido motivada por una situación de emergencia, y esas cosas pasan y las urgencias no se pueden prevenir, pasan y hay que hacer lo mejor para el bebé y para la madre. Entendió mi angustia y mi inquietud ante el parto, y lo mejor de todo fue que me encontré arropada.
Entonces hablé con mi marido, le expliqué lo que quería hacer y para poder lograr mi meta, necesitaba apoyo. Tengo un marido maravilloso, que siempre me ha ayudado y apoyado en mis cosas, y sabiendo de primera mano mi angustia ante una posible segunda cesárea no lo dudó, y ahí estuvo siempre que lo necesité. Hablamos con nuestras respectivas madres, personas que para nosotros son especiales, y que por circunstancias que aún desconozco no supieron apoyarme en el nacimiento de mi primera hija, pero era necesario para mí, para nosotros que ellas entendieran mi necesidad de poder lograr parir a mi hijo.
Y una vez hablado todo, comencé las clases de yoga y pilates para embarazadas en el centro maternal, y acudía hacerme masajes shiatsu para ir preparando mi cuerpo, y conciliar mi mente con mi útero donde estaba mi hijo escuchando cada una de mis peticiones.
El apoyo hacia mí llegó rápido y lo acogí con mucho agradecimiento, mi suegra a la que considero mi segunda madre me acompañó a alguna sesión de masaje donde le enseñaron cómo ayudarme en el momento del parto, cómo aliviarme el mágico dolor de cada contracción que abriría mi cérvix para que Óscar pudiera ver la luz.
Y así estuvimos, entre matrona, masajes y apoyo moral. Mi madre me decía “espero que tengas dolores de los que no te olvides”, y que maravillosos eran mamá!!!
El diez de marzo salíamos mi marido y yo de la consulta de mi ginecólogo y nos dirigimos al centro maternal, donde Laura estaba esperándonos. Eran las doce del medio día, y la cuestión era, darle un empujoncito a mi cuerpo para que se decidiera a ponerse ya de parto, o esperar algo más con el riesgo que conllevaba pues la otra vez alcancé las cuarenta y dos semanas y dos días.
Bueno, el caso era que ya tenía cuarenta y una semana, que había tenido el inicio de ponerme de parto unos doces días atrás pero que todo se había quedado en una falsa alarma, así que mi cuello uterino ya había tenido modificaciones, y recuerdo que la enfermera de monitores ese día me había dicho “a ti no te veo más, que sea cortito”. Así que Laura inició la maniobra de Hamilton, y suena como muy fuerte pero es simplemente serparar las membranas del cuello del útero para estimular las contracciones.… me dolió, sí, os puedo decir que fue un instante pero que me pareció eterno. Pero le agradezco mucho, muchísimo que tuviera tanta paciencia conmigo. Creo que para ella yo era un reto, y es que además de convertirnos en buenas cómplices, también nos veíamos como un apoyo en este mundo. Para Laura que yo pariera a mi hijo era su reto personal como profesional, para mí era el reconvertir mi vida hacia la felicidad.
Ese día por la tarde la pasé intranquila, con mucha angustia que me hacía llorar. Y es que me puse muy sensible, aún más de lo que estaba. Tuve algunas contracciones intensas, pero yo no les hacía caso.
Habíamos estado en casa de nuestros amigos, y cuando llegué a casa menuda sorpresa!!!! Estaba echando tapón mucoso!!!! Corriendo fui a mi móvil y le envié un sms a Laura, enseguida me llamó a casa, y nos dio indicaciones para que estuviera tranquila. Yo estaba helada de frío de nervios, de ilusión… no dormí nada en toda la noche, entre mis ganas de ponerme de parto y las contracciones que auqnue eran leves ya se entonaban, pues imaginad que noche!!!
A las seis de la mañana le mandé un sms a mi amiga Itahisa, y se vino para casa. En una hoja íba anotando cuando tenía una contracción y la duración. Aún no eran de parto, estaba con los previos y yo me sentía tan feliz!!!! Jose llevó a la niña a la guardería, y entonces ya llamamos a nuestras madres, para que vinieran a casa. Tuvieron que cumplir una promesa “que nos apoyarían y que no nos mandarían a la clínica cuando ellas lo creyeran, sino que confiarían en mí como mujer”.
Así que estuve rodeada de personas que me querían, que estuvieron pendientes de mí todo el tiempo.
Ya a las nueve de la noche la cosa se puso más fuerte, y las contracciones comenzaron a dolerme, pero apliqué lo que aprendí en el centro, y mi suegra me ayudaba con los masajes que Herminia le enseñó. Mi madre se encargaba de Marta, pues yo quería que estuviera en casa, necesitaba tranquilidad y a mi hija cerca de mí. Recuerdo que me preguntaba que me pasaba, y yo le decía que ya llegaba su hermanito.
A las diez de la noche vino Laura a mi casa, estuvimos hablando y me dio mucho apoyo para continuar con todo este proceso, pues tan solo tenía tres centímetros y llevaba casi veintidós horas desde que el tapón había comenzado a salir. Pero lo cierto es que lo peor había sido a partir de las nueve de la noche, así que yo estaba feliz, muy feliz y muy orgullosa de mí. Después de cada contracción me sentía tan afortunada!!!
Mi suegra nos preparó una tortilla de papas, y yo entre cada contracción me comía un trocito. Y Laura se marchó como a las once, y me dijo que por la mañana me llamaría, y que si antes necesitaba algo que estaría con el móvil a su lado porque para ella también era un momento especial. Además Laura en ese entonces se encontraba embarazada de su primer hijo, y tenía unos seis meses.
Ella nos dijo que la cosa pintaba muy bien pero que probablemente se alargaría, pues me resigné, sí, yo pensé “bueno, esto es lo que yo quería, me resigno al dolor por mi felicidad”…
Me metí en la bañera con agua tibia, ya eran las doce de la noche. Mi suegra se había marchado, mi madre estaba en el salón con una cara de angustia!! La pobre, pero espero que entendiera que para mí todo esto era necesario. Jose decidió dormirse un poco en el sofá, al lado de mí. Mientras yo pasaba las contracciones lo mejor que podía, y respiraba profundamente, y fue entonces cuando mi madre me dijo “las tienes cada dos minutos”, y yo le pedí que por favor no me dijera que me fuera, que iba a esperar un poco más. Me levanté como pude para ir al baño hacer pis, y mi madre vino conmigo, y es que literalmente sentí al levantarme del wc como mi hijo se encajó, y me agarré mis partes y le dije “mamá se me cae”…
Era la una de la mañana, y me acerqué a Jose y le dije vámonos, y mi madre le decía, “venga que esta vez sí es”… él me dio mi ropa pues yo estaba con un albornoz puesto, porque había estado en la bañera hacía un poco.

Gritaba “aaaaaaaaaaa” y visualizaba a mi hijo, mi cuello abierto. Salimos a la una y veinte camino a urgencias de Santa Catalina. La mejor de las anécdotas fue que mi marido pretendía parar en el semáforo y le dije “como te pares te lo comes”, y la otra es que al llegar a urgencias me abre la puerta del coche y me dice “vete bajándote”… Bueno, es de entender, los nervios del momento.
Cuando subimos al paritorio perdí un poco el control, tenía siete centímetros y medio, estaba aturdida. La enfermera me ayudó mucho, me centró y respiraba conmigo, entonces retomé mi parto, y mientras el matrón llamaba a mi médico, mi hijo empezaba a querer salir. Mi marido que subía de hacer el papeleo se puso a mi lado y yo dije “no puedo más” y el matrón me dijo “no esperas a tu médico?” y contesté entre gritos “no puedooooo” y me dijo “pues empuja!!!!” Y tantas ganas tenía Óscar de ver la luz que en tres preciosos empujones que salían de mi alma nació… uff!!! Cuánta emoción en el paritorio, cuánto lloré!!! Y Jose, estaba realmente emocionado, y me pusieron a mi niño encima, manchado del útero, llorando, mirándome, y yo miré a mi marido y le dije “lo conseguí”. Me sentía aliviada, como si me hubieran arrancado la pena de mi corazón, mi alma respiraba, por fin después de tanto esfuerzo podía volver a ser feliz. Eran las dos menos cinco de la madrugada de aquel día especial doce de marzo de 2008.
Pensé en Marta (mi hija), tenía muchas ganas de tenerla a mi lado y abrazar a mi familia al completo.
Y esto me hace recordar a mi hija, quiero explicarle, quiero contarte mi vida, que me ofreciste muchas cosas al nacer, me hiciste madre, me hiciste feliz porque contigo inicié una etapa en la vida de la que fuimos protagonistas, tú y yo, donde las dos lidiamos con todos los acontecimientos sobreviviendo a cada instante, a cada persona que ingratamente mermó nuestras ilusiones… pero somos tan fuertes, nos queremos tanto, que nosotras juntas subimos cada peldaño cogidas de la mano, y siempre velando por ti, siempre mirándote y dándote las gracias por venir tan rápido a nuestra llamada cuando decidimos ser padres por primera vez. Eres una hija buscada, deseada, amada desde el instante que supimos de tu existencia. Jamás pienses que tu nacimiento tiene menor valor, o que te quiero menos por nacer de otra manera. Gracias a esa cesárea hoy día estás aquí, y podemos tenerte en nuestra familia, y ser por siempre “nuestra pequeña”.
Pero siendo mujer sé que algún día entenderás la importancia que para muchas tiene un parto, y yo soy una de esas mujeres. Mi pequeño tesoro, si alguna vez necesitas preguntarme algo, o pedirme algo, pídemelo, porque cada madre que ama incondicionalmente a sus hijos tiene un pacto con la vida, y yo lo voy a cumplir siempre, porque siempre estaré a tu lado, siempre velaré por ti, siempre desde donde esté, estaré pensando en ti.

Sé que un día te darás cuenta que la forma de nacer afectó a mi persona como mujer, no como madre, porque siempre desde que naciste te he ofrecido lo mejor. Hoy día tienes algo más de tres años, y aún tomas lactancia materna, porque para mí tu salud y nuestro vínculo es lo más importante. Imagina si te quiero, es que no hay medidas para valorarlo.
El cogerte por primera vez, tocarte, besarte, saber que creces gracias a mi leche… es algo único, y eso sí es un buen recuerdo, y es que después del día en que me casé, tú eres el regalo más grande.
Así que jamás pienses que tu nacimiento no fue importante, porque sin ti nada sería lo que hoy día es. Por esto, y por todo lo que me das Te quiero!!

Y me gustaría poder agradecer a mis amigos Itahisa y Camilo su apoyo incondicional desde que supimos que estaba embarazada. Recuerdo ese tazón de tila y manzanilla que me prepararon, los abrazos que no parabas de darme y felicitándome por ese segundo embarazo. Me decías "va a salir bien, ya lo verás". Amiga mía!!! gracias por confiar en mí, gracias por confiar en Óscar, gracias por hacerme ver que en la vida las cosas pasan por algo.

A mi amiga Isabel porque me apoyó sin reproches ni preguntas hacia el camino de poder parir. Por estar cerca de mí cuando nadie me entendía. Gracias por ayudarme a encontrar las palabras adecuadas para expresar lo que me pasaba.
A mi marido, por tu entrega y por tu fuerza, por el tensón que me ofrecías cada día que caía, por darme el abrazo que necesité, por valorarme como mujer y madre, por dármelo todo sin esperar nada a cambio. Gracias Jose por darme estos dos preciosos hijos, gracias por ser tan esperanzador y confiar en mí, gracias por crear conmigo esta familia, gracias por hacernos felices.

A mis dos madres, mi suegra Paqui y mi madre Emma, gracias a las dos por entender la necesidad que tuve como mujer de intentar un parto, de conseguir mi meta, de lograr mi felicidad como mujer. Gracias por acompañarme el día en que más apoyo necesité con el mayor de los respetos, gracias por estar a mi lado y gracias por quererme.

A mi querida matrona Laura, Gracias por confiar en mí, por ser la persona que me ayudó a lograr mi ilusión, sé que juntas nos fundimos en esta quimera que terminó siendo una realidad. Como profesional eres maravillosa, y como mujer eres espectacular, no cambies nunca, te llevo siempre en mis pensamientos.
Y a mi querida Herminia, de ti tampoco puedo ni quiero olvidarme, gracias por enseñarle la salida de mi útero a Óscar, gracias por la confianza, por ser mi pensamiento positivo, por pensar en mí y por estar siempre que te pedí ayuda. Eres un ser mágico, gracias a la vida por cruzarte en mi camino.

Pero mi mayor agradecimiento se lo debo a Esther, porque fuiste mi sicóloga en mi primer embarazo, me ayudaste a superar mi fobia a las agujas, me encaminaste hacia la tranquilidad. Luego me ayudaste a ver la cesárea de otra manera, y vino mi segundo embarazo y estuviste siempre apoyándome y buscando las palabras adecuadas para no herirme. Tu faceta como sicóloga se superó cuando me regalaste aquel libro, cuando quisiste ayudarme más allá de lo profesional y te involucraste en mi causa personal como mujer. Por todo, por ser otra luz en mi camino gracias, y mil gracias ayudarme.

Esta es mi historia, nuestra historia, así logré un sueño, porque mi gran sueño era tener una familia y ese lo conseguí hace ya mucho tiempo.

¡¡¡¡FELIZ CUMPLEAÑOS HIJO MÍO!!!!

De tu familia:
Mami, Papi, Marta y Peter
12 de marzo 2010

miércoles, 19 de mayo de 2010

Nacer por cesarea, por Nery

Un nacimiento debería de ser siempre símbolo de felicidad, de esperanza, de gratitud con la vida… pero no siempre puede ser así.
Es una lástima que una mujer no pueda decir lo que realmente opina, lo que realmente siente cuando tiene a su bebé. Vivimos en una sociedad que maltrata a la mujer en sus estados más bellos y sensibles, en su momento más emocionante y único que es ser madre.
Mi caso no es único, pero si quizás sea de las pocas mujeres que tras convertirme en madre mediante cesárea sea capaz de decir que me siento fracasada en mi intento fallido de parir a mi hija.
Tenía cuarenta y dos semanas de embarazo y me dijeron de ingresarme para inducir el parto. Yo ingresé feliz pero nerviosa, estaba deseando sentir contracciones, estaba deseando entrar en paritorio y escuchar un “empuja” seguido del hermoso llanto de mi hija. Soñé tantas veces con eso…
Lamentablemente ese sueño seguirá siendo un sueño, porque mi primera hija nació por cesárea.
Lo cierto es que su nacimiento fue tan agridulce!!! Que pena, que algo tan maravilloso y único como dar vida sea recibido de esta forma. He llorado tanto, lloro tanto pensando en ese día. Es que no pude ni tocarte hasta doce o trece horas después, más que una recién madre, era una recién operada, y no podía moverme del dolor. Yo me callaba, yo veía a todos tan felices que me preguntaba si realmente yo debía de llorar o me tratarían por loca. Me daba tanta vergüenza decir que me sentía mal, que me sentía dolorida que necesita llorar!!! Cuantas veces quise llorar, cuantas veces necesité un abrazo y no lo tuve… aún estoy esperando que se acuerden que yo estaba allí, que me acababa de convertir en madre, de una forma horrible, pero era mi momento y no lo tuve… no me sentí madre, no, muy lejos de sentirme madre me sentía enferma.
El momento en que puse a mi hija sobre mi pecho para darle de comer, fue el único instante en el que me di cuenta que realmente era su madre. Yo que creía que no me necesitaba!!! Pues sí, me necesitaba para subsistir en el mundo, porque su alimento lo tengo yo en mi pecho porque hoy día, más de dos años han pasado y ella sigue tomando pecho y es que vínculo más hermoso no existe en el mundo, y gracias a la lactancia materna no me volví loca, eso os lo puedo jurar.

Veía las visitas, oía a la gente que entraba y salía de aquella habitación, pero ninguna me daba aliento, ninguna se dio cuenta que mis ojos querían llorar. Que triste, tener tanta gente a mi lado y sentirme tan sola.

Probablemente si hubiera tenido más apoyo no me hubiera entrado esa gran tristeza, pero lo cierto es que desde que estaba en paritorio y me dijeron que nos teníamos que ir a cesárea entré en “shock”, no era capaz de decir nada, no podía hacer nada, llevaba diez horas de inducción al parto y había fracasado.
Si se me pasaba algo por la mente, ni lo recuerdo, pero si puedo asegurar que mi cesárea fue mi dolorosa. Sentí como la mano de mi médico “buscaba” a mi hija en mi útero, y yo grité porque sentía mucha presión que no me dejaba respirar. Fue realmente terrible estar en aquel quirófano sin mi marido… estaba sola.
Pero no tenía derecho a quejas, porque mi hija había nacido sana a pesar de llevar doble vuelta de cordón y no tener mucha cantidad de líquido amniótico, y porque yo estaba bien.
¿Seguro?
Es que no escuché a nadie preguntarme como me encontraba, mi obligación era la de estar feliz porque había sido madre y mi hija estaba bien.
Y yo me alegro que mi hija estuviera sana, pero cuando los niños nacen bien suelen estar bien, la que tiene una revolución hormonal, la que sufre un parto o una cesárea es la que necesita cuidados “especiales” y muchos mimos.
Mi marido no se dio cuenta de lo mal que estaba hasta que no pasaron semanas, yo no quería hablar con nadie, me sentía fracasada, y me avergonzaba haber tenido una cesárea.
¿Y como salir de esto?, yo me lo preguntaba día y noche, la verdad es que es muy difícil conciliar cuerpo-mente cuando no estás a gusto. Así que busqué ayuda, mi marido ya no podía más, yo tampoco me aguantaba, no era feliz, no podía ver lo que tenía, estaba “parada” en aquel instante en que me hicieron aquello. Cuando estaba con alguien, cuando reía, cuando caminaba, siempre en mi pensamiento estaba todo ese trasiego que había vivido, era realmente triste no gozar de la vida, no sentirme viva.
Diez meses después del nacimiento de mi hija comencé una terapia con una sicóloga, me ayudó, me ayudó mucho, pero también fue muy duro, os puedo asegurar que jamás pensé que llevara tanto dolor dentro de mi alma. Me sentí ignorante, y eso que yo era protagonista de esa historia, pero es que no sabía que una cesárea doliera tanto en el corazón.

La cesárea es una forma de nacer alternativa a un parto cuando parir no es posible por motivos médicos, da igual que sean maternos o pediátricos, pero lo que no me parece bien es optar por la cesárea cuando no existen motivos. No es parto, es una operación que salva vidas, pero que en muchos casos deja secuelas sicológicas que las mujeres nos callamos por miedo al que dirán, por miedo a que nos acusen de ingratas. Que pena, una sociedad “tan culta y tan ignorante a la vez”. Lo importante sería que todas podamos expresarnos, que aunque algo maravilloso acaba de pasar que es ser madres, podamos sentirnos bajas de moral, podamos y tengamos derecho a llorar, de alegría y de pena.
La desinformación que existe y rodea la cesárea, y los partos en sí mismo es inmensa. He podido ver que hay mucha falta de información, que cuando acudes a la preparación al parto no te explican nada, que solo se limitan a decirte las fases del parto y los primeros cuidados del bebé, pero nadie te alienta a saber localizar ayuda en caso de necesitarla si algo va mal. El parto o la cesárea pasan, y pueden quedar secuelas sicológicas de las cuales sin ayuda no sales, y muchas pensamos que estamos pasando la “cuarentena” y la “revolución hormonal”, pero las semanas pasan y seguimos mal y muchas veces nos sentimos peor cada vez.
Tengo la sensación que existe un enorme tabú que hay que liberar.

A día de hoy, he mejorado mucho, mi hija es un amor que me come a besos y a la que adoro. El tiempo, los acontecimientos recientemente vividos, el inmenso amor de mis hijos, de mi marido, y de todas las personas que tuvieron el valor de apostar por mí cuando yo solo pensaba en negativo, me han ayudado a descubrir el secreto de vivir con esa espinita, un secreto al que yo llamo “un paseo por la vida”.

Escribí este relato el verano pasado y fue publicado en la revista +q9meses. Fue una ayuda poder expresar mis sentimientos, era la primera vez que hablaba tan abiertamente sobre el nacimiento de mi hija.
Han pasado tres años y medio, y ha llegado a nuestra familia hace año y medio un hermoso regalo, un segundo hijo que nos ha devuelto a nuestro hogar la sonrisa escondida.

Mi querida hija, cuando escribí el relato del nacimiento de tu hermano, me acordé de ti, y en tu relato quiero decirte:

"Y esto me hace recordar a mi hija, quiero explicarle, quiero contarte mi vida, que me ofreciste muchas cosas al nacer, me hiciste madre, me hiciste feliz porque contigo inicié una etapa en la vida de la que fuimos protagonistas, tú y yo, donde las dos lidiamos con todos los acontecimientos sobreviviendo a cada instante, a cada persona que ingratamente mermó nuestras ilusiones… pero somos tan fuertes, nos queremos tanto, que nosotras juntas subimos cada peldaño cogidas de la mano, y siempre velando por ti, siempre mirándote y dándote las gracias por venir tan rápido a nuestra llamada cuando decidimos ser padres por primera vez. Eres una hija buscada, deseada, amada desde el instante que supimos de tu existencia. Jamás pienses que tu nacimiento tiene menor valor, o que te quiero menos por nacer de otra manera. Gracias a esa cesárea hoy día estás aquí, y podemos tenerte en nuestra familia, y ser por siempre “nuestra pequeña”.

Pero siendo mujer sé que algún día entenderás la importancia que para muchas tiene un parto, y yo soy una de esas mujeres. Mi pequeño tesoro, si alguna vez necesitas preguntarme algo, o pedirme algo, pídemelo, porque cada madre que ama incondicionalmente a sus hijos tiene un pacto con la vida, y yo lo voy a cumplir siempre, porque siempre estaré a tu lado, siempre velaré por ti, siempre desde donde esté, estaré pensando en ti.

Sé que un día te darás cuenta que la forma de nacer afectó a mi persona como mujer, no como madre, porque siempre desde que naciste te he ofrecido lo mejor. Hoy día tienes algo más de tres años, y aún tomas lactancia materna, porque para mí tu salud y nuestro vínculo es lo más importante. Imagina si te quiero, es que no hay medidas para valorarlo.

El cogerte por primera vez, tocarte, besarte, saber que creces gracias a mi leche… es algo único, y eso sí es un buen recuerdo, y es que después del día en que me casé, tú eres el regalo más grande.

Así que jamás pienses que tu nacimiento no fue importante, porque sin ti nada sería lo que hoy día es. Por esto, y por todo lo que me das Te quiero!!"

domingo, 16 de mayo de 2010

Nacimiento de Casiel, por Cecilia y Pablo

Relato del parto de Cecilia (y Pablo), nacimiento de Casiel.
Por Cecilia Castrilli.

Una noche de diciembre gateaba, me arrastraba, me abrazaba a Pablo, bailaba tratando de resistir mejor el dolor más fuerte que había sentido hasta ese entonces. Estaba en pleno trabajo de parto, en el departamento de dos ambientes que todavía alquilamos en un cuarto piso. La noche anterior había dormido mal y poco en la casa de mis abuelos, porque había sido nochebuena. Las contracciones empezaron muy tímidamente la mañana de navidad, mientras charlaba con mi abuelo en la mesa de la cocina. Al ser tan regulares sospeché que se acercaba el momento para el cual supuestamente todavía no estábamos listos (la fecha probable de parto era el 7 de enero y todavía faltaban hacer algunas cosas en casa para que esté todo como yo quería). Mis hermanas habían dormido enfrente, en lo de mis tíos, así que desperté a Pablo, me crucé, desayuné un poquito más, y sentí en cada contracción la pequeña confirmación de que sí, había llegado el día. Llamaron un remisse y salimos para casa. En la parte trasera del Sierra gris las contracciones me molestaban un poquito más en cada semáforo, y me puse un poco mal por haber tenido que dormir en Ramos, y no haberle pedido a ningún tío, o que no se hayan ofrecido a llevarnos la noche anterior.
Mis hermanas se fueron a su casa a media cuadra de la nuestra, donde también estaban mi mamá y Marcelo (su esposo) que habían venido especialmente de El Bolsón. Nosotros no queríamos que nadie sepa que estábamos teniendo al bebé porque nos habían aconsejado eso, y nos parecía bien. Así la gente no se ponía nerviosa, no nos afectaba con sus preocupaciones, y no se volvían todos locos, especialmente si el trabajo de parto duraba más de un día. Así que dijimos que tenía contracciones, pero que probablemente eran las mismas que había estado teniendo los días anteriores, supuestamente causadas por un útero sensible y una portadora que no se quedaba quieta un instante.
Estuvimos toda la tarde controlando la intermitencia de las contracciones y su duración. Pablo anotaba, restaba y sumaba, y yo me pasé la tarde repitiendo "otra" y "ya está". En un momento yo estaba en la bañera y para escucharme mientras daba vuelta la casa hizo una especie de gong con un bol de metal y mi peine rosa.

Al llegar a casa e intuyendo un aumento progresivo de la intensidad de las contracciones y por lo tanto la necesidad creciente de que yo no piense ni me preocupe por nada más que parir, le había hecho a Pablo una lista de lo que tenía que hacer. Algunos ítems eran:
- Poner todo lo del parto en estantes del mueble del comedor (material descartable, agua oxigenada, el brochecito para el cordón de bebé, telas limpias de algodón y demás elementos que figuraban en la lista que nos había dado la partera).
- Mover la cama a la pared del espejo y la mesa a la pared de las estanterías.
- Barrer.
- Lavar bien la bañera.
- Pedir helado (los gustos detallados).
- FILMAR.

Después de un par de horas de medir contracciones, en las que Pablo cambió todos los muebles del comedor (parecía el demonio de Tasmania después de tomarse una bebida energizante), llamó a la partera y le contó como iba todo. Ella dijo que esas contracciones eran imposibles, que no podían durar tanto y ser de trabajo de parto, o algo así. Y que iba a pasar por casa la obstetra, pero que no controlemos más o nos íbamos a volver locos.

Dos horas y media más tarde llegó la obstetra, me hizo un tacto, y me dijo que había muy poca dilatación, que las contracciones no eran de trabajo de parto, y que de todas formas le parecía que se iba a desencadenar el parto pero que venía para largo, que tal vez empezaba a la noche o al día siguiente. Nos habían dicho que durante las contracciones de trabajo de parto la parturienta prácticamente no podía hablar, y que así se daban cuenta hasta por teléfono de cómo venía la mano. Yo le decía a la obstetra "ahora estoy teniendo una, y ¿ves? estoy hablando. Pero no es débil, no sé". Nos dijo que la llamemos cuando las contracciones empezaran a ser bien fuertes y se fue.

Ya eran casi las ocho de la noche y le pedí por mensajito a mi mamá que compre té de melisa (relajante), que es lo único que faltaba de la lista de la partera. Recordemos que era navidad (se me complicaba que la gente no se entere de nuestra situación, dado que teníamos que ir a visitar familiares), por lo que mi mamá estuvo horas dando vueltas con su cuñada por la ciudad festiva recorriendo farmacias para comprarme el té. Y en una de esas vueltas las chocaron levemente. Después de todo esto le acercaron a Pablo a la puerta del edificio una caja de té de mezcla de hierbas sedantes que consiguieron en el supermercado, y algunas botellas de Gatorade.
En Ramos Mejía todos estaban preocupados por cómo me había ido, así que llamé y les dije que las contracciones no eran de trabajo de parto (como me había dicho la obstetra). Mi papá llamó más tarde y traté de hablar sin que se note, aunque le conté que tenía algunas contracciones leves. Después de todo eso no hubo más interacciones sociales.

Una hora después de la visita de la obstetra las contracciones eran más fuertes, y a eso de las once de la noche empezaron a ser bien fuertes. Las toleraba en silencio, preferentemente en el piso acolchado con una frazadota, en cuatro patas, reptando o arrodillada. Pablo pasaba de vez en cuando a abrazarme o acariciarme, y no me hablaba porque sabía que no sería productivo.
En un momento le pedí, semi-gruñendo: "haceme acordar que esto duele como la mierda". Me habían dicho que las mujeres, después de parir, liberan una sustancia que entre otras cosas las hace olvidarse del dolor, y no quería que me pase eso.
Nunca pensé que algo me podía doler tanto. Era intolerable. Llegó un punto en el que en cada contracción decía "no puedo, no, no, no, no, no puedo", y hasta fantaseé con una cesárea (pero no se lo dije a nadie). Supuestamente no quería ser negativa y quería que el dolor me atraviese -como dicen-, y cumpla su función sin yo centrarme en él, pero salían tantos nos y nopuedos de mi boca como me lo permitía el aire entre mis cuerdas vocales. En realidad creo que ese inevitable centrarme en el dolor también me ayudó a no pensar, mi mayor obstáculo frente a situaciones tan físicas, animales e instintivas.

Después de las doce de la noche sentí la necesidad de mover las caderas. Literalmente. Estaba en la habitación, bailando. Hembra semidesnuda entonando algún cántico ancestral desplazando su eje y su peso de una a otra planta del pie; pero se me cansaban las piernas, y bailaba en cuatro patas sobre la cama, gimiendo y moviendo columna y cadera.
Pablo, muy acertado, puso el único disco que escuchamos esa noche: Cuerpo y Alma, de Pedro Aznar. Fue gracioso durante el tema que dice muchos aaaaay, ayyyyaaaaaayyyy; yo me lamentaba junto a la música.
También estuve bailando/meciéndome en el baño, y Pablo se acercó a bailar conmigo. Está bellamente filmado, porque la cámara estaba en un trípode. Le dije a Pablo "se encajó", porque sentía algo distinto después de tanto mover los huesos.
Me empecé a cansar. A cansar del dolor constante en su vaivén.
Volví al comedor y me dolía muchísimo, demasiado. Pensé que no podía, pensé que no quería, pensé que era imposible que pase de esa noche. Se me hacía increíble una realidad sin tanto dolor, no me acordaba cómo era la normalidad. En cada oleada de dolor sufría, y en los intermedios mientras menos me movía y mientras menos me hablaban o hablaba, mientras menos pensaba, mejor era. Al pensar o racionalizar una corta frase de Pablo venía inmediatamente otra contracción, como si el cuerpo me dijese "¡basta! esto es lo que importa". Era como un castigo por pensar.
Al mismo tiempo me sentía muy valiente, especial, firme, independiente, fuerte. Yo sabía que estaba todo bien, que esa iba a ser la noche más importante de nuestras vidas hasta ese momento, que estaba haciendo algo grandioso. No es que me lamentaba apichonada, sino que sentía un dolor inexplicable pero también lo aceptaba como parte de algo maravilloso, aunque era casi imposible de sobrellevar.
Me habían dicho que la noche venía larga, que tal vez nacía al día siguiente, así que me hice la boluda y evité llamar a las parteras el mayor tiempo posible. En parte para no molestarlas a la noche -soy así de tonta- y en parte porque no podía tolerar intervención alguna. Me sentía físicamente incapaz de estirarme en una cama para que me hagan un tacto. No quería escuchar a nadie, no quería la presencia de nadie más que Pablo. Entonces lo demoramos un poco, en acuerdo tácito.

Una vez en el piso del comedor, trataba de buscar posiciones donde no me duela tanto. Escuché a Pablo llenar la bañera, y el sonido de un polvo cayendo en el agua. Qué lindo, me está preparando un baño con sales, pensé. Y me puse la meta del baño para bancarme las contracciones esos siguientes minutos. Pero el baño no llegaba. Y de pronto lo vi pasar a Pablo hacia el lavadero y poner algo a centrifugar. Lo llamé desde mi posición cuadrúpeda, le agarré los pelos de la nuca con mi puño derecho, y le dije con mi mejor tono de asesina en un gruñido "¿qué estás lavando, hijo de puta?". Parece que se había puesto a lavar y desinfectar la cortina del baño para usar de protección plástica del piso, para que sea todo más higiénico. Yo había comprado una en un todo por dos pesos pero no la encontró, y decidió usar la parte linda de tela de la cortina que nos había regalado su mamá -no el protector. No lo reté ni nada parecido, pobre. Después de esa pregunta tan sacada volví a lo mío.

Me dieron ganas de ir al baño, lo cual me pareció normal ya que me habían dicho que el cuerpo tiende a evacuar todo unas horas antes de parir. Fui pero no pasaba nada. También me habían dicho que es común sentir ganas de ir al baño en el período expulsivo.
Empecé a tener pérdidas de sangre bastante constantes. Como el volumen de la pérdida no era dentro de la normalidad que nos habían explicado, Pablo llamó a la obstetra. Eran las 2 o 2:30 de la madrugada. Me acuerdo que yo acotaba cosas a lo que decía Pablo, por lo que seguía siendo capaz de hablar de lo más bien y estaba atenta a la llamada. Al notar esto a la obstetra (nos comentaría después) le pareció que faltaba mucho, pero decidió ir a vernos por el tema de las pérdidas.

Después de un rato de sumergirme cada vez más en el trance oscilante del parto, y no poder creer tanto dolor, me di cuenta de que hacer fuerza me aliviaba, especialmente en cuatro patas o casi acostada boca abajo, en el piso del comedor. Parece que eso es pujar.
En parte estoy segura de que al saber que la obstetra estaba en camino ya me decidí a pujar, y también en parte por mi conciencia de no poder tolerar la presencia de otra persona y que me hagan hablar, escuchar, pensar, o moverme de determinada forma, me entregué todavía más de lleno (si eso es posible) al proceso.
Además de los dolores inconfundibles de las contracciones me dolían las piernas, estaban agotadas. Mis piernitas, pensaba.
Volví a ir al baño, a sentarme en el inodoro casi desnuda. Pablo estaba conmigo, en calzoncillos y acuclillado frente a mí, dándome las manos, acariciándome las piernas, la cara, el pelo. Yo miraba al vacío y tenía la mandíbula cerrada pero labios separados, abiertos. Era consciente de la cara de loca que debería tener.
Hacía fuerza en cada contracción, a veces levantando la pelvis, con la cabeza contra la pared atrás del inodoro y apoyada en mis pies, casi formando un arco con mi cuerpo. Tanta fuerza hacía. En una de esas muy fuerte, con exclamación incluida, rompí la bolsa de aguas. Lo empapé a Pablo de la cintura para abajo, y salpiqué todo. Pablo decía "está bien, rompiste bolsa, no pasa nada", no sé si para tranquilizarme a mí o a él. Yo no necesitaba palabras, al contrario. Esa fue una de las pocas frases que se pronunciaron en ese período. Nos comunicábamos sin hablar. Él usaba su mirada y sus caricias, yo usaba golpecitos, pellizcones, rasguños, gritos, gemidos, gruñidos, caras.
Pablo hacía lo que podía para darme apoyo físico (es muy, muy fuerte, y aprovechamos eso al máximo esa noche), patinándose en el charco de líquido amniótico. Dicen que es como la gelatina justo antes de solidificarse, así que imagínense.
Sentí un poco de alivio al romperse la bolsa, tanto físico como -seguramente- mental. La bañera se estaba llenando para que me de un baño y así relajarme un poco, o al menos cambiar un poco el ambiente, ya que supuestamente la noche venía para largo.
Yo seguía haciendo muchísima fuerza en las contracciones, de forma salvaje. No era como antes que bailaba, me estiraba, rodaba, me mecía o hacía fuerza conscientemente. Era salvaje, la fuerza nacía en otro lado, acompañada por un grito que venía desde mi panza, pasando por el pecho y casi salteando mis cuerdas vocales. Me sentía conectada con algo grandioso, con la totalidad (no la esencia: la totalidad) de mi ser. No, no me sentía conectada con la totalidad de mi ser. Era la totalidad de mi ser.
Yo permanecía en el inodoro, y Pablo me decía una frase que no recuerdo pero demostraba cierto miedito de que haga tanta fuerza ahí sentada.
Pablo en un momento amagó a incorporarse para cerrar la canilla de la bañera, que estaba por rebalsar. Le pegué un puñetazo seco en el hombro izquierdo, de arriba hacia abajo, y bajó de nuevo a acompañarme. Yo no podía tolerar ningún cambio, ni siquiera que él dé un paso hacia la bañera. Después de un ratito él decía "va a rebalsar" bien bajito, y se lo veía preocupado. Yo veía de reojo y sabía que faltaba un poco, aunque sea un minuto más. Y no me importaba que rebalse. Se podía dar vuelta todo el mundo a nuestro alrededor que lo único que quería, sentía y necesitaba era hacer fuerza en ese abrazo con Pablo.
Pero él lo veía desde el punto de vista práctico: sangre + líquido amniótico + agua de la bañera + mujer embarazada haciendo fuerza salvajemente apoyándose en su hombre = alto riesgo de caídas.
Entonces de pronto se convirtió en Flash Gordon y cerró la canilla sin que casi me de cuenta y casi sin soltarme. Yo pensaba que no le íbamos a poder abrir a Alejandra, la obstetra, y trataba de encontrar alguna solución, pero ni siquiera podía dejar a Pablo buscar el celular.

En un momento no sé por qué se me ocurrió llevar la mano a mis genitales, por primera vez en la noche. No me di cuenta automáticamente pero ahí hay algo que no es mío, pensé. Podía sentir la cabecita de Casiel. Apenas me di cuenta se me alivió muchísimo el dolor, y bajé del inodoro: puse la rodilla izquierda y el pie derecho sobre el piso, y en esa posición -que me dijeron después es la posición para parir más primitiva de la que se tiene registro- hice mucha fuerza con el mismo sonido abismal de antes pero ya con vibración de cuerdas vocales incluida. Supongo que es cierto que no hay que hacer fuerza sin contracción, porque no pasó nada. Pasaron unos segundos y lo hice de nuevo, esta vez funcionando. Salió la cabeza de Casiel (junto a mis gritos y alivio y felicidad), que recibí con una mano. Luego, en menos de un respiro los hombritos y el resto del cuerpo, que sostuve con la otra mano. Pablo estaba a mi costado: era una red protectora (que yo sentía fuertísima e inquebrantable) que con un brazo me sostenía fuertemente y con la mano abierta debajo mío cuidaba que no se caiga el bebé.


Casiel salió perfecto y hermoso, emitió unos quejiditos en seguidísima mientras lo levantaba hacia mí para conocerlo y abrazarlo tan emocionada que sentía algo así como amor en oleadas desde mi pecho. Los dos nos quedamos unos instantes extasiados y embobados mirándolo.
Después de verlo, abrazarnos los tres y observar que el bebé estaba bien y que tenía pitito me senté sobre mis piernas flexionadas, y le fui pidiendo muy suavecito a Pablo que le traiga la mantita de algodón a Casiel para abrigarlo, que ponga la filmadora, que me ate el pelo y que me saque el corpiño. Esto último se complicó un poquito porque todavía estaba el cordón uniendo a Casiel con la placenta en mi interior. Casiel se chupaba el dedo entonces le di un poquito de teta ahí en el baño. En seguida Pablo me llevó al piso del comedor con Casiel en brazos y llamó a la obstetra, extático.

-Hola, Ale, ya nació... ¡ya nació! lo tenemos en brazos, acá… ¿estás en la puerta? estoy bajando a buscarte.

Me dijo que Alejandra estaba abajo, que ya venía. Bajó corriendo descalzo dejando huellas de sangre en las baldosas beige de las escaleras (lindo panorama se deben haber imaginado los vecinos, con mis gritos y esa evidencia). La cámara me enfoca todo ese tiempo sola con Casiel en el comedor, y es muy lindo.
La obstetra le dijo a Pablo que cierre la ventana, y bajó las luces. Casiel instantáneamente abrió sus enormes pero hinchados ojitos y los enfocó en los míos, para no separarlos más de mí hasta dormirse. Alejandra me controló, lo miró a Casiel, cortaron el cordón con Pablo, y sacó la placenta, que ya estaba en el canal vaginal.
Después de limpiarme un poco me llevaron a la cama, donde ella me hizo un par de puntos en un pequeño desgarro. Pablo apenas pudo le dijo que ya volvía, fue a la cama del comedor y se desplomó de costado, un poco por impresión, otro por la intensidad de lo vivido, y mucho por cansancios de todo tipo.
Pablo estuvo impresionante, compuso un despliegue tal de agilidad, fuerza, contención, cuidado, estabilidad, atención, paciencia y amor que logró lo que sentí como la perfección.
Casiel nunca fue separado de mis brazos. Se prendió en seguida muy bien a la teta, y yo comí unas uvas en la cama. Luego ambos descansamos un poco, mientras Pablo y Alejandra limpiaban (ella se quedó a observarme unas horas), y tomaban un café en el comedor. El té de hierbas nunca lo tomamos. El Gatorade sí.

Casiel nació a las 4:00 AM del miércoles 26 de diciembre de 2007.

A las 7:50, justo después de que se haya ido Alejandra, decidimos llamar a mi mamá y mis hermanas, antes de dormir. Se bañaron, caminaron cien metros y lo conocieron emocionadísimas. Después también lo conoció Marcelo. Por último llamamos al resto de los abuelos y tíos de Casiel, desconectamos todos los teléfonos y dormimos los tres. Unas horas después se presentó el neonatólogo a hacerle un primer control a Casiel, y lo encontró perfecto.


Es cierto lo que dicen: esa noche fue la noche en la que me encontré con mi verdadera fuerza, con mi poder. En la que fui y supe. En la que el tiempo no existió, el espacio se relativizó, y entendí sin entender. En la que me desnudé, aunque suene cliché, en cuerpo y alma, como el disco de Aznar. Pablo, Casiel y yo éramos todo, éramos uno, éramos poder.
Ya nada va a ser igual en mí, por suerte. Sentí. Entendí. Fui. Soy.

jueves, 13 de mayo de 2010

Nacimiento de Afrodita y Dafne...Por Belen

Soy Belén, mama de dos niñas, vivo en Suiza. Durante mi primer embarazo me atendí en Hospital Materno (publico) previo al parto asistí a una charla con la partera y conocí el hospital y sus salas.
Tenía fecha para 9 abril pero el 24 de marzo a las 16 .15 aproximadamente rompí bolsa en casa, llame al hospital me dijeron q me quedara tranquila y un rato más tarde fui a hospital, me hicieron el test y verificamos que si había roto bolsa. Me hicieron monitoreo, una eco y todo salía muy bien. Al tener poca dilatación trabaje en la sala de partos, allí estábamos solo la partera Sergio mi marido y yo....la partera solo me preguntaba si quería música, ella me hacia masajes con aceites, lleno una bañera con agua, mientras me movía en la pelota dando libertad a lo que yo quería. Me sentí muy acompañada por Sergio.
Cuando me metí al agua me relaje estuve un muy poco y comencé a sentir que nacía, la partera me hizo tacto y tenía 10 de dilatación, luego puso unas colchonetas toallas sobre el piso y sola me puse en 4 patas, nadie me dijo nada, Sergio se sentó en la pelota y así estuvimos 10 minutos, la partera me masajeaba atrás con algo tibio aceites, eso me relajaba .... Cuando empezó a coronar la cabeza del bebe llego el doctor.
Yo continuaba en esa posición y al instante nació solita, la tome en mis brazos, Sergio corto el cordón. La partera me ayudo a levantarme y me acosté afrodita sobre mi teta, comenzamos con éxito la lactancia. El doctor me reviso y luego alumbré la placenta, y la observé por un momento, gracias a ella mi hija estaba hoy en mis brazos. Me hicieron 2 puntos, pero sin episiotomía solo fue un desgarro natural.
En ningún momento me separaron de mí, la revisaron sobre mi pecho. Luego de todo eso, me trajeron nesquik y a Sergio café y otra vez solos, conociéndonos como familia, anidando. Luego ya de 2 hs le hicieron los controles a la bebe. A las 3 hs me pare y me fui solita con mi bebé a la sala en la que quedaba internada....
Pasaron 2 años desde q nació Afrodita y no puedo dejar de pensar y sentir que el embarazo y el parto fue lo mejor que, me paso en la vida!!!
Por eso me entristece cuando veo que a muchas mamas les practican cesáreas sin ningún tipo de justificación y las mujeres las mujeres aceptan, por miedo o comodidad. Acá, en Suiza siempre te dejan parir, incluso si viene de cola incluso, si pesa más de 4 kilos.



Durante el embarazo de de mi segunda hija Dafne hice bastante reposo por tener contracciones desde la semana 30, entonces estuve más controlada. Pero fue falsa alarma…
Una tarde empecé con contracciones y después de cenar fui al hospital pero tenía poca dilatación, de ahí mismo fuimos a caminar por el bosque, con mi esposo, bajo la lluvia estuvimos dando vueltas 40 minutos. Regresamos al hospital y recibí medicina homeopática que ayudaría a desencadenar el trabajo de parto, y si no era el momento…no pasaba nada, volvía a casa. Luego me sumergí en la pileta para parir y nos quedamos solos, con mi esposo y comencé a sentir contracciones más fuertes. En ese momento llamamos a la partera. Mi instinto me llevo a ponerme en cuatro patas como en el nacimiento de mi primera hija. El médico no participo en nada solo está presente por precaución y para luego controlar a la mama.
A penas nació mi bebe me la acercaron y la tuve en mis brazos, aun dentro del agua. Luego Sergio mi esposo corto el cordón, ella nació 23,45 hs. Estuvimos un rato en ese lugar y luego fuimos a la cama. Mi bebe se prendió muy bien a la teta. Luego expulsé la placenta y quedamos los tres tranquilos, relajados tomando algo, después de tanto trabajo. Luego de una hora, hicieron los controles de rutina a la bebe, pero siempre a mi lado.

Algunas cosas que rescato de la atención en Suiza, es que la obra social te cubre las visitas de la partera a tu casa, durante el pos parto, esto ayuda en la lactancia, los cuidados del recién nacido, control de la mama y hasta como ambientar la casa para la llegada del bebe.
También son muy amantes de la medicina natural, los te para todo, antes que medicamentos tradicionales.
Conozco madres que pasadas de FUM a las que se le realiza acupuntura o intentan mil cosas (naturales) para ayudar a que el parto se desencadene. Si rompes bolsa te esperan hasta 25 horas, no aceleran los tiempos…No hay diferencia en la atención de un hospital público a uno privado, tenés diferencias en las comodidades, que a mi entender son triviales (tv plasma,etc, etc)

Mis nenas son muy buenas y tranquilas yo creo que tendrá que ver con el embarazo y el parto que tuvieron, me mentalice en que si lograba tener un buen parto ellas serian felices. Y así es!

domingo, 9 de mayo de 2010

Nacimiento prematuro, por Adriana

Quisiera compartir mi experiencia en el parto de mis hijos, Tomás y Victoria, que llegaron al mundo un poco temprano: cursando la semana 26 de gestación!!!
Esa noche la pasé súper mal!!! La panza se me ponía re dura, estaba súper descompuesta, y tempranito llamé a mi ginecólogo, que me vio recién a las 6 de la tarde en el consultorio. Para esa hora, ya tenía contracciones cada tres o cuatro minutos ,y para las 20 hs, estaba internada intentando detener lo inevitable: el nacimiento de dos bebés que pesarían 790 y 810 gramos ...Esa noche fue una pesadilla total...los dolores eran insoportables y repercutían además en la zona del ano, por lo que realmente no puedo transmitir el sufrimiento que tuve...Es tan distinto no desear el parto..."si nacen ahora ,se te mueren" me dijo el ginecólogo"...las enfermeras también...mi marido, destrozado...yo, ni hablar...
A las 11 de la mañana, cuando vi que el parto era inminente, me entregué a la voluntad de Dios...internamente le dije "somos tus hijos, que sea tu voluntad..." Entré a la sala de parto sin tener idea de cómo parir, porque aún no había empezado el curso pre-parto...
estaba en la semana 26 de gestación...A mi marido lo veía sufrir tanto, que le dije" yo estoy bien, si te hace mal, no entres..." pobre!!!!El día de hoy me arrepiento!! Así fue como llegó al mundo Tomás, luego me rompieron la bolsa y estalló una ola de vida, tras lo cual nació Victoria, ambos fueron llevados inmediatamente a neo, seguidos por mis ojos impávidos que solo pudieron ver sus colitas mientras los despedía, en un terrible instante en que convergieron odiosamente la vida y la muerte de los dos seres más amados para un papá y una mamá...
Sobrevivieron... en ese momento, yo le pedía a Dios que sus planes fueran dejarlos con nosotros...le abría a María mi corazón, para que leyera en él mis deseos!!! Las primeras horas...los primeros días... a su debido tiempo, pude amamantarlos... después de dos meses y algo, pudimos tenerlos en nuestro pecho los dos pudieron ir sorteando todos los obstáculos y...NO TIENEN NINGÚN TIPO DE SECUELA FÍSICA, en fin...quería compartir mi experiencia de lo que fue un parto prematuro, de una mamá primeriza , de dos bebés muy muy deseados, un momento en el que uno no se atreve a sentir "Bienvenida vida"...porque desconoce el curso de cada ser que es tan frágil, tan lábil que se puede ir en minutos...No hay festejo en un nacimiento prematuro..Se festeja cada minuto que sobreviven, cada inspiración asistida, cada pequeño avance...
El 21 de abril, mis hijos cumplieron nueve años desde que diariamente celebramos la vida y tratamos de honrarla y estar a la altura de tan valioso don....Estoy contando esto un poco para liberar tanto dolor que no he soltado aún...Porque al salir todo bien, uno subestima los efectos de un parto tan traumático...
Agradezco a quien haya leído esto, disculpas por la extensión... y me resta decir Bienvenida vida!!! En todas sus formas!!!!Besos!        Adriana.

SEMANA MUNDIAL POR UN PARTO RESPETADO


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miércoles, 5 de mayo de 2010

El nacimiento de Muna (Mama Paula)

No fue lo que esperaba… fue mil veces mejor!!!!!!
Soy una persona apasionada de lo que hace o vive, y como tal cuando me enteré que estaba embarazada empecé a informarme a cerca de todo lo relacionado con este momento tan especial. Leí libros de embarazo sano, parto respetado y crianza natural, me di cuenta en ese momento la falta de información y la ignorancia con la que algunas mujeres viven este momento. Desde mi lugar de mamá de una beba maravillosa de 9 meses, les digo que informarse es hacerse cargo, y no que los demás decidan como debemos vivir este momento único e irrepetible. Si a veces no dejamos que nuestras mamás nos digan que hacer… ¿porqué a veces seguimos sin cuestionar los procedimientos de algunos profesionales que manipulan nuestro parto para su conveniencia horaria­ o económica?
Pasé por varios ginecólogos explicándoles como quería que fuera mi parto. Si las cosas iban bien (como siempre supe que iban a ir) quería parir con la partera y el doctor como acompañantes no protagonistas. Siempre confié en los instintos y en la naturaleza… y además creo firmemente en el poder del pensamiento y la verdad mi parto fue como lo visualicé miles de veces.
Soy una persona con memoria demasiado selectiva… (por no decir que no tengo buena memoria)…. Pero de mi parto recuerdo cada segundo. Unos días antes en la ultima consulta al doctor, le pregunte a cerca de las contracciones porque la verdad mi embarazo fue tan tranquilo que no las había sentido, y tenia miedo de no darme cuenta cuando llamar a la partera… ahora entiendo porque me dijo que me iba a dar cuenta….
Domingo 12 de julio de 2009.. nos levantamos tarde, mate y medialunas… cerca del mediodía llega Marite (mi hermana por opción que llego de Ushuaia exclusivamente para acompañarme) y ya sentía un leve dolor en las lumbares… ¨Estas deben ser contracciones!!!!¨ pensé. Mi marido Juan, siempre tan prolijo y organizado tomo un cronometro y un cuaderno y comenzó a tomar el tiempo de cada contracción. Nuestra idea era practicar para cuando fueran las indicadoras de trabajo de parto….
Entre mates y charla seguimos tomando los tiempos pero las contracciones empezaron a sentirse cada vez mas fuertes, gracias a yoga supe como buscar las posiciones mas cómodas para atravesarlas… Cerca de las 6 de la tarde el dolor era bastaaaaante más fuerte y los intervalos de descanso más cortos…
Consulte con la partera que acostumbrada a las mamas ansiosas me sugirió que espere… que siga midiendo los tiempos ya que no eran demasiado parejas las contracciones. A la hora de esta consulta supe que ese dolor no era para esperar… Le avise que nos veíamos en la clínica…
Llegue con casi 9 de dilatación!!!!! Llamaron a Barhentin mi medico y vino a la brevedad. Carol la partera, un sol… me hizo los mejores masajes en las lumbares.. era solo cuestión de esperar… las contracciones seguían.. cada una me acercaba un poco mas a mi hija… cada una era un paso mas que me acercaba al momento de conocerla.
Tuve la bendición de parir en la habitación de la clínica ya que la sala de parto estaba ocupada, ¨vos no querias un parto en tu casa? esto es lo mas cercano”…comentó el doctor  y fui tan feliz por eso!!!!
Juan siempre supo que hacer, que decir y cuando no decir nada. Su presencia fue fundamental ya que Muna tenia puesto el cordón de bandolera y eso no la dejaba bajar, asi que con paciencia esperamos que de a poco los pujos la fueran ayudando…… la verdad en un momento estaba cansada de pujar y el me ayudó sosteniendo mi pierna en ese pujo final en el que Muna termino de salir. No hubo episiotomía… ni goteo…ni nada…. los tiempos de la naturaleza son sabios…..

Escuche a mamás comentar que entraban como en trance y así fue. Ahora que lo pienso si hay cosas que no recuerdo que pasaron “alrededor” del parto, charlas entre el doctor y la partera, la cara de la enfermera, Juan sacando fotos... La magia del momento es indescriptible, el cuerpo sabe, nosotras sabemos y si uno se permite seguir los instintos todo surge.

Lo mejor fue verla salir…puedo jurar que el mundo se detuvo como en la propagandas… y sólo existíamos Muna y yo. Liliana (la pediatra) me la dio en seguida, la puse en la teta y la tuve conmigo todo el tiempo que quise. TODOS DESAPARECIERON, ERAMOS SOLO ELLA Y YO. NADA MAS IMPORTO, NI LAS HORAS DE PUJOS, NI EL DOLOR, NADA… LA VI Y FUE UN MILAGRO (cerca de la hora entendí que tenía que dársela para que la revise….)
El papa cortó el cordón y se dedico a sacarnos fotos y avisar a las abuelas…
Mientras escribo veo a Muna jugando alrededor mio y cuando me mira me hace “ojitos” y me sonríe … el mismo instinto que me ayudo a parirla me dice que estamos haciendo las cosas bien…



sábado, 1 de mayo de 2010

ABU SECHS

El embarazo de mi primer hijo lo viví de una manera natural. En aquel entonces vivía parte en City Bell, cerca de La Plata (Argentina) y parte en Barrio Barracas de Capital Federal. Cuando estaba en City Bell podaba los naranjos, me subía a los naranjos a buscar sus frutos. Cortaba el césped con una máquina, hacia una huerta. Todo porque me gustaba. El día que iba a nacer Alberto fui a la feria y volví a casa con las compras y una sandia de diez kilos. Mi panza y la sandía tenían el mismo tamaño. Según el médico que me asistía en Capital Federal, el bebé iba a nacer a fines de diciembre. Yo sabía que iba a nacer el 19 de diciembre de 1971. Había quedado embarazada el 19 de marzo. Siempre supe cuando me quedaba embarazada. Siempre supe cuando ya no era una, cuando éramos dos. Y siempre supe el sexo de mis hijos y elegía un nombre para ese sexo. A la tarde del 19 de diciembre empezaron las contracciones. Alberto había decidido nacer en City Bell. Fuimos a la clínica. En la guardia había dos médicos recién recibidos, cirujanos ellos. Y uno dijo: _ ¿Y ahora…qué hacemos? _ ¡Atiéndanme! _ pensé sentada en una silla sujetándome la panza. Vino una enfermera, me rasuraron y me llevaron a la sala de partos. Me pusieron en la camilla, subieron las piernas, las ataron. Me dijeron que puje, que respire, que puje. Cuando se asomaba Alberto sentí un dolor muy fuerte. Más tarde supe que como era muy grande de hombros y se había trabado, el obstetra que llegó a tiempo, había metido la cabecita otra vez adentro, lo dio vuelta, sacó un hombro y luego el otro. Mi primer hijo pesó 4,100 y yo a la semana estaba en mis 49 kilos de mi juventud. Como no me alcanzaron a hacer el enema y yo había comido buena parte de la sandía, Alberto nació entre una andanada de semillas de sandia. A que no saben ¿Qué? La sandia es la fruta favorita de Alberto. Como correspondía en esa época me cosieron ya que me habían hecho una episiotomía. Yo me enteré cuando estaban cosiendo. Al rato me van a ver a la sala los tres médicos, los dos cirujanos y el partero y me miraban, Alberto ya estaba prendido a la teta. El bebé se quedó en mi cuarto. Nunca permití que se llevaran mis hijos a otro lado. Y los cambiaba yo, a pesar de que las enfermeras no querían. Al día siguiente ya estaba en casa.
Quedé embarazada de Gabriela antes de que Alberto cumpliera el año. Para Gabriela nunca pensamos nombre de varón, sabía que iba a ser nena. Gabi no quería llegar y yo estaba muy pesada, así que caminé, caminé y caminé hasta que comencé el trabajo de parto. Me desperté a medianoche. Puse el lavarropas, me había quedado ropa sin lavar. La colgué. Me rasuré. ¡Esta vez no me agarraban! Me vestí, preparé el bolso cuando las contracciones venían cada tres minutos avisé a mi marido. Era noche de sábado, no se conseguía taxi cuando llegaba a la clínica sentía que la cabecita de Gabi estaba asomando. Me llevaron a la sala de parto, me pusieron en la camilla y nació Gabi con 4.200. Su hermano había abierto el camino. Yo estaba vestida, con zapatos. El médico alcanzó a ponerse los guantes, estaba vestido de traje. Envolvió a Gabi en una sábana y la dejó al lado de la pared en el piso. Yo escuchaba como lloraba y le pedí que me la diera. Estábamos solos los tres. Puse a mi hija sobre mi pecho. Al día siguiente estaba en casa. Mientras estuve embarazada de Alberto, escuchaba a Nat King Kole. Cuando estaba embarazada de Gabi estaba de moda “Balada para un loco”. Era el año 1973. Años más tarde ambos redescubren esa música como su favorita.
El nacimiento de Daniela, digamos fue más normal. Comenzaron las contracciones. Fui al Sanatorio, corría el año 1983 y estaba en Trelew, Chubut. Me internaron, suero si, enema y rasurada no. Ya lo había hecho en casa. Cuando no me veían cerraba el suero. Sala de partos convencional. Parto rápido. Bebe de cuatro kilos más o menos. Al día siguiente en casa.
Quedé embarazada de Guillermo antes de que Daniela cumpla el año. Tenía puesto el Diu. ¡No podía ser! Si estaba embarazada. Me sacaron el Diu y nació Guille. Les cuento que los anticonceptivos no van conmigo. Bueno, cuando quede embarazada de Alberto no tomé ninguna precaución. Con Gabriela fallaron los óvulos, con Daniela los anticonceptivos y con Guille el Diu. Era de aquellas que las miraban y quedaban embarazadas.
El día que nació Guille iba a un taller de títeres. Una semana antes había dado una función de títeres y mi panza chocaba con el teatrino. Casi, casi se cae en más de una oportunidad. Cuando iba al taller de títeres con mi bolsa llena de carpetas, muñecos, fotocopias y material, paso por el jardín, me agacho para correr la manguera que estaba abierta y siento… agua que me corre por las piernas. Entro a la casa, cambio la bolsa de los títeres por la bolsa que tenía la ropita del bebé y llamó a mi marido. Vamos al sanatorio. Los consultorios estaban arriba y la recepcionista me dice que suba las escaleras, agarrándome la cintura le dije que no, que baje el médico. Me pusieron un suero por que el médico tenía consultorio. Cuando no me veían lo cerraba y movía el brazo para que se saliera. A la sala de partos me llevaron entre mi marido y el médico. Era cambio de turno. Como no había enfermera a mano, el médico le dice a mi marido que se ponga el camisolín. Me atendieron entre los dos. Guille nació con 4 kilos. Esta vez me quedé un poco más en el sanatorio para descansar. Había tres chicos en casa y quería disfrutar un ratito sola a mi bebé.
Cuando quedé embarazada de Bárbara tenía 39 años. Por prevención me hicieron un estudio para saber si tendría Síndrome de Down, por la edad ¿Vio? Los estudios se mandaban a Buenos Aires y como había cortes de luz, los resultados tardaron varios meses. Cuando tuve el resultado ya estaba de seis meses. Igual le había dicho al médico que la iba a tener sí o sí. Me operaron de una hernia a los cuatro meses de embarazo. Y a los ocho casi la pierdo. Empecé con contracciones y me internaron de urgencia. Llamé al médico y le dije que si la perdía la quería enterrar como si hubiera nacido a término. Estuve en reposo hasta que nació. El trabajo de parto duró apenas tres horas. Cuando me internaron vino el pediatra a la habitación y me dijo que se iba a atender otro parto a otro sanatorio. Le dije que se quede. Que mis partos eran rápidos. Cuando volvió, Bárbara estaba prendida a la teta. Las dos en la habitación. Fui caminando a la sala de partos. La tuve en una silla. Estuvo mi marido y vistió a la beba. Y tomó teta hasta los cuatro años.
Hace cuarenta años el contexto era otro. Los embarazos no se comentaban mucho. Nos cubríamos el cuerpo y había toda una moda para embarazadas. Creo que se vivía el embarazo en soledad. Al menos lo viví así. Y una, como hembra le ponía el cuerpo. Le puse el cuerpo.
Si me sentí respetada? Si, me sentí respetada. Más vale, me hice respetar. no permití que se llevaran a mis hijos a otra sala y los atendía enseguida, cambiarlos, darles la teta.
Una cosa que veo a la distancia, que los embarazos me transformaron. No soy muy hábil para tejer y coser. Pero cuando estaba embarazada hice los pañales de tela de mis hijos, cosí a mano las batitas, las bordé con punto rococó, les cosí puntillas con punto francés, tejí batitas, tejí y bordé escarpines.. Creo que les hice todo el ajuar. Y luego más grandes hice pantalones, vestiditos, camperas. Esta habilidad la recuperé cuando nacieron mis nietos.
Y me hubiera gustado ser más abierta. Abrirme más a mi familia...
Abu Sechs.